Aprender jugando, entablar rápidamente conversaciones positivas con otras personas, desarrollar nuevas ideas con gran ingenio, desempeñar tareas con éxito... Todo esto es lo que asociamos al concepto de sencillez. El único requisito es que tengamos una buena vista de todo sin ninguna –o casi ninguna– interrupción. Si la transparencia es total, rápidamente podemos ver las cosas claras, tanto en sentido literal como figurado.
La transparencia desdibuja los límites, hace que los espacios pequeños parezcan más grandes y trae luz a la oscuridad. En la arquitectura, el cristal es el material que hace posible esta transparencia. Y nuestros herrajes la ponen en movimiento.
La transparencia se mueve.
Lo ideal es que los herrajes interfieran lo menos posible en esa transparencia, y que refuercen la sensación de ingravidez. Su forma delicada y su manejo sencillo ceden todo el protagonismo al efecto que generan las grandes superficies de cristal. Todo ello en cualquier situación de instalación y con cada movimiento.
De esta forma la transparencia revela toda su ligereza.